jueves, 24 de junio de 2021

LOS VINCULOS QUE NO ROMPEREMOS.

Podemos medir el tiempo en unidades casi infinitas. Cada uno de nosotros podría, puede,  hacerse una cuantificación a su entera certeza. En horas, en días, en besos perdidos, abrazos anhelados. Equiparar un tiempo a risas y alegría, es el vínculo  de una vida feliz. No lo valoramos siempre en su justa medida.

Hace meses que abarcamos el pasar de los instantes en dolor. En ausencias. En temor. Pero incluso en toda esa oscuridad, hay momentos de luz. De esperanza.

Ayer el Cautivo que se esconde muy, muy dentro de los adentros, atronaba con su voz " Por sus obras los conoceréis".

Que El me ayude a que alguna vez, alguna obra mía permita que se me conozca para bien.

Todo el Covid 19 se resume en esta palabras que comparto hoy aquí; ayer a espacios que han oído antes muchas otras preñadas de emociones. De las que son mías, solo mías, no hay ninguna  que pueda doler en este tiempo más que ellas, pues toda la luz y toda la oscuridad se enredan en su vuelo frágil de mariposas de alas rotas.

Gracias a Vegenat, no tanto por el patrocinio de este libro en colaboración con la Subdirección de Cuidados y  Humanización de la asistencia del SES, sino por tantas atenciones durante los momentos mas duros de la  pandemia cuando la sonrisa de Araceli y Ana eran luces que ayudaban a aclarar días oscuros.

Gracias a Manuela Bobadilla,  claridad encontrada sin esperarlo cuando todo era desencanto. 

Gracias a quienes me sustentan. Saben quienes son. O al menos, lo intuyen ; no soy todo lo expresivo y justo que debería. Esto también ha hecho  mella  en quienes creíamos no  darnos el lujo de ser vulnerables. 


Los "Latidos de la pandemia" se presentó en el Teatro Romano de Mérida en junio de 2021. Lo conforma un conjunto de microrrelatos escritos por personal sanitario que ha afrontado la pandemia de COVID 19 en Extremadura. 

De toda la vivencia de este día, me quedo con lo poco que me atraía exponerme de ese modo en publico. Pero a veces hay que dolerse de  lo obvio. Si lo haces con quienes se van a intentar curar de la misma herida, todo es más fácil. 

Pero no hay nada que consuele de esta necesidad de respirar aire nuevo, limpio, de virus y de palabras necias.  Los latidos acompasados que escuché en tantas voces quebradas ayudaron a menguar esa sed. Lo que no se compartió, solo vino a reafirmar lo ya sabido.




El Teatro Romano es un escenario impresionante. Pero se quedó pequeño ante lo que se pronunció  y se volvió a sentir. Por un momento, el drama y  la comedia fueron vida vivida y no ficción. Sus piedras son algo mas sabias desde este día. Creo. Obras que dieron a conocer. Mucha verdad y algún espejo roto.




Cuesta abandonar la seguridad engañosa de este caparazón reforzado por tantos días de continua tormenta. Por eso las fotografías no son mías en esta ocasión y me aprovecho de la generosidad de quienes me las han hecho llegar, aun sin haberles pedido opinión. Pero no me arrepiento de haberme dejado sacar de mi rincón anónimo y desordenado donde me intento recomponer; ahora, visto el resultado, casi me alegro. 

Quizás sí hay  que poner voz a todo esto. Quizás si hubiéramos callado, se habrían visto obligadas a hablar las piedras. Las del Teatro romano de Mérida ya conocen de la verdad del  dolor que nos consume. Han escuchado el volar quebrado de las alas de las mariposas rotas.